martes, 28 de noviembre de 2017

El miedo

Me he quedado pensando en lo paralizante y nocivo que puede llegar a ser el miedo.
Es cierto que sin miedo podríamos llegar a correr riesgos innecesarios y en ese sentido puede  ser nuestro aliado pero no debemos darle el poder de decidir por uno mismo.
Cuando se admite que tienes miedo, se produce a la vez una reacción en la boca del estómago, ansiedad y, como consecuencia, evitamos lo que tememos.
De todos los tipos de miedos existentes, hay uno que considero es el más peligroso y difícil de arrancar, los subjetivos, que son creados por una narración propia de las cosas, por ejemplo, el miedo a fracasar o a las posibles consecuencias. También el llegar a creer que el control de nuestra vida no está en nuestras manos, llegando al punto de rendirnos sin siquiera luchar. Pero convivir con aquello que nos tiene temerosos y no encararlo trae consigo un sentimiento de impotencia que puede ser tan frustrante y devastador como el miedo mismo. 
Es difícil que el miedo desaparezca mientras lo sigamos albergando y alimentando. Puede crecer hasta absorbernos por completo, anulando nuestra voluntad. La única forma de librarse de él es enfrentarlo. Aunque la cobardía se haga presente y nos susurre al oído que no lo hagamos porque puede ser doloroso. 

1 comentario:

El Editor Jefe dijo...

Dolores, penas, amarguras, magulladuras, frustraciones; reacciones humanas tan propias pero nunca solas, luego o al lado de ellas e incluso sobrepasándolas, está la esperanza, la autoconfianza, la voluntad y el sentimiento legítimo de sentirnos acompañados aún en los peores momentos. Siempre contarás conmigo amor, haré cuanto esté de mi parte para ello, te amo.