jueves, 27 de septiembre de 2018

Change the world


Cambio de casa... cambio de vida


Decidir nunca es fácil, sobretodo cuando se trata de trasladarse desde una gran ciudad a una localidad pequeña, más campestre.
Es una tarea complicada, de esas que requieren realizar listas de ventajas y desventajas, de las causas y las consecuencias, de los cambios que habrá que adoptar y las cosas que hemos de enfrentar.
Además, se trata de una cuestión más mental que real porque nunca sabemos qué pasará realmente.
Cuando nos toca ser la parte que se desplaza, es cuando sentimos de veras el peso del cambio. Cambio de costumbres, cambio de lugares en los que nos movemos, tener lejos a nuestra familia y amigos, hasta podríamos sentir soledad en ocasiones.
Lo que más cuesta, sin duda, es el desarraigo afectivo, alejarse de los que más quieres: la falta de tus seres más cercanos. No poder ver a tus amigos, a esos que ves los fines de semana, ni a tus familiares.
Dejar tu zona de confort, barrios, calles. La geografía es nueva y debes asimilarlo.
También el acceso a servicios, comercio o lugares de esparcimiento. Incluso el ritmo, de lo acelerado e inmediato a lo pausado...
Todo esto se complica todavía más si nos desplazamos con personas que dependen de nosotras (un hijo, por ejemplo), ya que no sólo es una preocupación por nuestro futuro en un lugar nuevo, sino también el de nuestro pequeño.
Para la pareja que te recibe es más llevadero. Sus hábitos solo cambiarán en la medida de tenerte a su lado. Y de él será crucial su apoyo para afrontar la situación y su comprensión si la necesitamos.
Creo que, al final, para tener éxito al hacer este cambio de vida, tenemos que tener claro que ahora nuestro hogar es nuestra casa junto a nuestra pareja.
Pero lo más importante de todo, es no dejar de ser quienes somos, el escenario ha cambiado... no los actores.