viernes, 7 de diciembre de 2007

Puros Cuentos: Entre el Whisky y la Trementina...


Estaba sentada en la barra de un bar bebiendo un whisky y escuchan-do de fondo a la maravillo-sa Billie Holiday. Buena forma de terminar el día, después del tedio del trabajo.
Miraba el vaso con atención como esperando que algo apareciera en el, mi mente divaga en recuerdos un poco borrosos a esas alturas, recuerdos que aun sangran, aun duelen.
Un tipo se sento a mi lado.
- ¿Quieres un trago? – preguntó.
- Un whisky no estaria mal. -
El barman trajo mi whisky, unos frutos secos y se fue.
- Siempre te veo acá, te sientas en la barra bebes tu whisky y te vas, nunca te veo acompañada ni siquiera de una amiga y me dio curiosidad. -
- Pues la curiosidad mato al gato y no tengo ganas de contar por que estoy sola. -
Me bebí de un trago mi whisky.
- Se acabo mi whisky, muchas gracias, me voy…-
Me puse mi abrigo, la noche estaba especialmente helada, y camine sin rumbo alguno.
Saque un cigarrillo, busque dentro de mi cartera un encendedor.
-Mierda, no lo tengo- pensé.
Claro, se me quedó en la oficina.
En la esquina había un tipo más bien bajito, de rasgos toscos sin expresión, apoyado en la pared, que estaba fumándose un cigarrillo y tenia una botella a su lado de un licor barato.
¿Me da fuego? – pregunte.
El hombre empezó a buscar en su abrigo el encendedor. Lo mire con atención por que su actitud era muy extraña, mire sus manos y me fije en algo que brillo con la luz del farol y no parecía un encendedor, así que antes de que lo sacara completamente lo golpee con la botella. Al verlo tirado en el suelo, hurgué en su bolsillo, tenia una navaja y el encendedor.
Probablemente no quería asaltarme pero quien sabe, encendí mi cigarrillo y me fui corriendo.
Varias calles mas abajo me relaje y me encontré con Dante, un amigo de juerga, muy guapo por lo demás, le conté de mi impasse y se rió a carcajadas.
¡Es que eres una loca! – dijo. ¿Como es que sales sola aun? Te he dicho que me llames antes, sabes que me preocupa que te pase algo, cabecita loca.
Vamos, mejor tomémonos unos tragos en el boliche de siempre ¿bueno?
Bueno – respondí
Entramos al sucucho aquel, que a pesar de ser tan rancio, nos acomodaba bastante, tanto por el precio como por la ubicación (estaba al lado de su apartamento).
Pedimos un par de whiskys y conversamos un largo rato.
¿Como van tus obras?- le pregunte.
Bien, solo que me falta mi musa inspiradora en el taller. Te he pedido tanto que vayas…
No he podido ir, por este maldito trabajo que me consume día a día, pero ya me daré el tiempo, te lo prometo.
¿Y por que no vamos ahora?- me guiño el ojo - Total ya no nos queda whisky y en casa algo me queda.
Bueno vamos, total mañana es sábado así que no tengo problemas, además que tu sabes que nadie me espera en casa…
Lo tome del brazo y partimos a su casa-taller.
Al llegar el olor a trementina del ambiente y de otros solventes se metió por mi nariz. Tenía un gran lienzo en su atril.
Un viejo sofá rojo estaba en medio de la habitación, me desnude y recosté en el.
- Supongo que así quieres que este ¿verdad? -
- Siempre… ¿Te sirvo algo? -
- No, prefiero un porrito en este momento, si bebo mas alcohol caeré inconsciente y no es la idea. -
Me preparó una pipa y me la paso.
Puso música de fondo, el tributo a Tom Jobim de Gal. Saco sus pinceles, óleos y se dispuso a pintar.
Lo miraba atentamente, me encanta cuando se concentra en su pintura, su postura, sus gestos, mas los olores de la pintura, todo ese conjunto me excita mucho.
Un rato después me levante y camine hacia el.
Tu musa ya no quiere estar tan lejos de ti. Quiero sentir tu piel, tu calor, tus besos.
Dicho eso, me tomo en sus brazos, me lanzo a la cama y comenzamos a acariciarnos.
Sus manos me recorrían suavemente, lentamente, con una ternura que solo el tiene.
Los besos, a pesar de la mezcla de whisky y hierba, eran tan dulces como la miel. Siempre han sido así.
Hicimos el amor varias horas, hasta quedar rendidos. Nunca he comprendido por que no me quedo con el, pero por otro lado esta relación tal como esta es mas cómoda para ambos, ninguno de los dos desea atarse. O eso creo.
Al día siguiente me levante temprano, me vestí, el seguía durmiendo. Lo bese en sus exquisitos labios, antes de irme a casa, le deje una nota que decía:
“Estuvo exquisito como siempre mi querido amigo, nos vemos pronto, besos!”

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