lunes, 3 de diciembre de 2007

Puros Cuentos: One more red nightmare


Estaba tumbada en mi cama, retorciéndome de dolores, punzantes, profundos, intensos, me movía con dificultad, el dolor era tal que me tenía aturdida. Veía que las paredes se venían sobre mí y la habitación se iba haciendo cada vez más pequeña. Cerré los ojos y los mareos eran horribles.
Repentinamente los dolores se esfumaron, logre abrir mis ojos y el entorno habia cambiado completamente, ya no estaba en mi habitación, sino que de pie en medio del desierto, mire en todas direcciones pero no había nada a kilómetros de distancia. Estaba atardeciendo y el color del cielo era de un rojo intenso.
Quede inmóvil, perpleja. Finalmente reaccione y atine solo a tocar la arena para saber si era real o no. Metí mi mano en ella la apreté entre mis dedos, estaba fría. En ese instante la arena se arremolino a mí alrededor y me elevo por los aires, me empecé a desesperar, no había aire dentro de este tubo de arena y me estaba ahogando. Giraba cada vez mas rápido, sentí que me desvanecía, justo en ese momento esta se detuvo y cayó al suelo. Me llego una brisa fresca al rostro y me repuse. Observe bien y este remolino me había dejado en la cima de una alta montaña, me dio un vértigo espantoso, y un fuerte viento me hizo tambalear y caer de espalda al vacío.
Mientras iba descendiendo miraba hacia el cielo y este se habia tornado a un rojo aun mas fuerte, como el de la sangre negrusca que brota de un cuerpo reventado.
Me azote contra el piso pero no sentí nada, como si mi cuerpo hubiese estado adormecido, quise incorporarme pero estaba como atascada. En mi vientre sobresalía una roca puntiaguda que me había atravesado. Mis entrañas se habían salido por completo y sus fluidos se mezclaban con el charco de sangre que me rodeaba.
En lo alto revoloteaban unas aves de rapiña oportunistas que, al ver esta escena tan apetitosa para ellas, empezaron a bajar. Comenzaron a devorar mi carne y entrañas con una desesperación macabra. Otras se peleaban parte de mis intestinos. Lo único que podía evitar era que me picaran el rostro, con mis manos las empujaba hasta que desistían y se concentraban nuevamente en el resto de mí malogrado cuerpo.
Comieron hasta saciarse y se retiraron. Mire nuevamente y ya no había ningún resto de carne, solo mis huesos que eran de un color blanco radiante. Trate de moverme nuevamente y logre ponerme de pie. Era una visión muy extraña. Solo mis brazos y cabeza estaban intactos, el resto era solo hueso.
Di un paso y me desmorone.
De un sobresalto desperté y me di cuenta que estaba en mi habitación.¡Menos mal que solo era una pesadilla!

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